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Por fin es posible descubrir y rehabilitar nuestro mundo interno y valorar nuestros objetivos internos, más íntimos, profundos y, a la vez, recíprocos y sociales. Esta posibilidad se ha abierto de manera innovadora y clamorosa gracias a las ciencias cognitivas y a la psicología, que evocan las mejores lecciones de la historia y de la filosofía, y, sobre todo, se ven confirmadas de modo maravilloso en tantas experiencias de la vida cotidiana de las que somos protagonistas.
Este descubrimiento y rehabilitación son posibles y necesarios precisamente en esta época, marcada más que nunca por la obsesión de lo externo, llegando a convertir la muerte en espectáculo, a confiar nuestras facultades y nuestros sentidos a las máquinas, a negar la aspiración humana más natural: ser felices juntos.
Las tragedias de la condición humana se ven agravadas por la decadencia del pensamiento, de las ideas y de las instituciones dominantes, pero, como en otras ocasiones en el pasado, es precisamente luchando y sustrayéndose a estas miserias como las personas pueden tomar consciencia y poner a la obra sus propias esencias, sus propias capacidades de relacionarse, sus propias cualidades sentimentales, para, de manera inmediata, mejorar la vida en común.