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Mamá, quiero ser cuentista es un grito a todo lo injusto desde los sueños de una niña de treinta y ocho años que ha crecido escribiendo todo lo que le llamaba la atención.
Mamá, quiero ser cuentista son estrellas de mar, detergente, gordofobia, feminismo, Ana Rosa Quintana, animales, nazis, laca Nelly y vermú.
Mamá, quiero ser cuentista viaja por el pasado, presente y futuro distópico en la mayoría de las ocasiones de un mundo que ha sufrido dos guerras mundiales, un Holocausto, una España dictatorial y una Argentina que buscaba desaparecidos. Un bingo con pederastas, sufragistas, maltratadores, maricas y bragas de encaje.
Mamá, quiero ser cuentista son más que cuentos; son entrañas, vísceras, lágrimas, risas y dolor. Es una verbena en la que todo puede pasar y pasa. Y a la que todo el mundo está invitado, o no.